Es curioso como rápidamente se asocia el nombre de un determinado director con una sola parte de su obra ignorando el resto de esta como si fuese menos destacada cuando en ella se encuentran obras de una calidad cinematográfica indiscutible, pongamos por caso a John Ford y el western, DeMille y el cine bíblico o Richard Brooks y las adaptaciones de grandes literatos. En el caso de Budd Boetticher sucede algo similar, ya que la fama ganada por el llamado Ciclo Ranown de westerns protagonizados por Randolph Scott ha eclipsado en cierta medida los logros de películas como La ley del hampa (The Rise and Fall of Legs Diamond, 1960) o esta El asesino anda suelto que ahora nos ocupa.
Realizada inmediatamente antes de iniciar el antes referido ciclo de westerns, El asesino anda suelto quizá sea una de las películas pertenecientes al cine negro de los 50 que ofrecen una mirada más demoledora sobre el American Way of Life, centrando su atención en la caza que la policía hace de un convicto fugado que trata de vengarse del policía que le cazó tras ser cómplice del robo al banco en que trabajaba, y que además mató accidentalmente a su esposa durante su detención.
Es el diseño de este personaje la clave sobre la que Boetticher desarrolla en gran parte su película. A pesar de ser un hombre educado y de buenos modales, Leon Poole es un hombre apocado y al que todo el mundo en mayor o menor medida desprecia (su ex sargento durante la guerra le llama “Foggy”, alelado), y por ello trata equivocadamente de intentar ser alguien suministrando información para el atraco. Solamente su esposa, la única persona que la veía como un ser humano era su único asidero con la sociedad, y al fenecer esta accidentalmente no le quedará otra obsesión que el devolver todo el mal que se le ha hecho haciendo lo propio con la esposa de su captor. La vieja ley del ojo por ojo.
Por otro lado, su antagonista el detective Sam Wagner tampoco es manco en problemas, ya que sufre la crisis de conciliar su dedicación al trabajo con la vida familiar. Su esposa Lila, embarazada, no deja cuestionarle si vale la pena arriesgar su vida como policía en las calles, si puede dejará que ella viva con el miedo perpetuo de si volverá o no a casa por las noches, y la situación creada por Poole no hace sino recrudecer sus temores y hacer peligrar su relación.
Boetticher se sirve de este material para ofrecer una dirección directa y rotunda, creando una tensión in crescendo que no decae durante toda la trama, mientras Poole va estrechando el cerco que le dirige a su objetivo con la facilidad de alguien que pasa por un ciudadano más normal y corriente, e incluso haciendo partícipe de la acción al tiempo lluvioso que recorre la película. Boetticher aporta una planificación cuidada al milímetro, con escenas modélicas como la del juicio, donde Poole no quita ojo de la que será su sueño más codiciado; aquella del autobús en la que Lila solo cree ver a su ejecutor, o la ya célebre escena en casa del ex sargento de Poole que concluye con la devastadora muerte de este (soberbia resolución con la botella de leche), prácticamente copiada por John Frankenheimer en El mensajero del miedo (The Manchurian Candidate, 1962); por no hablar del clímax final, todo un prodigio del montaje paralelo.
Se vio ayudado Boetticher por el excelente concurso de su trío protagonista. Joseph Cotten demuestra otra vez que por sus venas en vez de sangre corría el don de la interpretación, aun cuando su personaje es el menos interesante entre los principales. Por su lado, Rhonda Fleming posiblemente esté ante la mejor interpretación de su carrera, menos glamorosa y mejor actriz que nunca. Pero a quien hay que alabar realmente en esta ocasión es a Wendell Corey, que hace una labor impresionante. Su manera de andar entrecortada y oscilante, su voz suave y pausada y la expresión de sus ojos, que hay que adivinar tras sus gafas, dan al personaje una humanidad que engaña y disfraza su mente obsesionada. La gente que asesina no es sino un obstáculo antes de llegar a su objetivo. Un personaje complejo, poliédrico y fascinante, maleado por una sociedad que quizá debiera haberle atendido en vez de despreciarlo.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Budd Boetticher.
Producción: Robert L. Jacks, para Crown Productions/United Artists.
Guión: Harold Medford, según un argumento de John y Ward Hawkins.
Fotografía: Lucien Ballard.
Música: Lionel Newman.
Montaje: George A. Gittens.
Intérpretes: Joseph Cotten (Detective Sam Wagner), Wendell Corey (Leon “Foggy” Poole), Rhonda Fleming (Lila Wagner), Alan Hale Jr. (Denny), Michael Pate (Detective Chris Gillespie), John Larch (Otto Flanders ), Dee J. Thompson (Grace Flanders), John Beradino (Mac), Virginia Christine (Mary Gillespie), Paul Bryar (Greg Boyd), Don Beddoe, Richard H. Cutting…
Nacionalidad y año: Estados Unidos, 1956.
Duración y datos técnicos: 73 min. 1.37:1. Blanco y negro.